1 de febrero de 2017

El Ilusionista Amarillo - Bruno Munari

“Una china tirada a un estanque suscita ondas concéntricas que se extienden sobre su superficie, involucrando en su movimiento, a distancias distintas, con distintos efectos, al nenúfar y al junco, al barquito de papel y a la balsa del pescador. Objetos que se mantenían a su aire, en su paz o en su sueño, son como reclamados a la vida, obligados a reaccionar, a entrar en relació
n entre sí. Otros movimientos invisibles se propagan en profundidad, en todas las direcciones, mientras la china en su caída remueve algas, espanta peces, provoca siempre nuevas agitaciones moleculares. Cuando al fin toca fondo, subleva el barro, empuja a los objetos que yacían allí olvidados, desentierra a algunos, otros acaban recubiertos por la arena. Innúmeros acaecimientos, o microacaecimientos, se suceden en un tiempo brevísimo. Aun teniendo tiempo y ganas, ni siquiera sería posible registrarlos a todos, sin omisiones.
No de otro modo una palabra, lanzada a la mente por azar, produce ondas de superficie y de profundidad, provoca una serie infinita de reacciones en cadena, atrayendo en su caída sonidos e imágenes, analogías y recuerdos, significados y sueños, en un movimiento que interesa a la experiencia y a la memoria, a la fantasía y al inconsciente, y que es complicado por el hecho de que la misma mente no asiste pasiva a la representación, sino que interviene en ella continuamente, para aceptar y repeler, enlazar y censurar, construir y destruir”[1].

Esa acción – reacción, me ha sucedido y me sucede con los libros. Incluso uno puede llegar a pensar que existe alguna coincidencia, casualidad, a la que le gustaría encontrar una causalidad mágica.
Las anteriores líneas son de la primera hoja del libro de Gianni Rodari. Hace ya muchos años, no sabría precisar cuantos, en un gran foro de magia, La Dama Inquieta, ahora mismo de capa caída debido en parte a las nuevas tecnologías, me descubrió un autor y un libro que me ha ido deparando continuas alegrías.




Por aquella época mi querido y antiguo compañero de la SEI de Madrid, Gustavo Otero, gran mago, con un buen canal de YouTube de magia, me descubría a Gianni Rodari (1921 - 1982) y su libro Gramática de la fantasía (1973).
Un muy interesante y muy recomendable libro donde nos muestra técnicas para la invención de historias.
Curiosamente mi mujer ya conocía a dicho autor, pues compartían estudios e intereses, la pedagogía. El señor Rodari, fue un importante pedagogo italiano, escritor de literatura infantil, ganando el prestigioso premio Hans Christian Andersen en 1973.
Este libro he tenido el placer de descubrirlo y regalarlo a otros buenos amigos que lo han leído con gran interés.
Mientras el libro y su autor descansaban en la estantería, al poco tiempo, otro gran amigo vinculado profesionalmente al sector del lleure, me alertaba por no conocer parte de la obra de Gianni Rodari y me regalaba uno de sus libros: Historias por teléfono. Un libro de breves relatos de un padre vendedor que todas las noches llamaba a su pequeña hijita desde diferentes pensiones de la geografía italiana y le contaba un cuento antes de que se fuera a dormir.


Un libro que me ha inspirado una posible obra de teatro-mágica a través de sus historias y seguramente se quedará en el cajón de los imposibles.
Libro leído en Castellano, regalado en Catalán y finalmente comprado en su edición original en Italiano. Tanto consumo tiene una explicación, su edición original en Italiano fue ilustrada por un tal Bruno Munari (1907-1998).



Artista, reconocido diseñador industrial y gráfico, personaje muy creativo, que experimenta y reivindica la libertad de experimentar y de jugar. 


"Siempre he sentido curiosidad por ver lo que se podía hacer con una cosa, además de para lo que sirviera habitualmente".
Mi formación en diseño gráfico y la cada vez mayor necesidad de ampliar mis conocimientos en las artes plásticas, me provocan adentrarme un poco más en el Sr. Munari.
Artista que se siente atraído por el movimiento italiano Futurismo, aunque afortunadamente no acaricia el fascismo como otros colegas, ha experimentado con innumerables elementos y entre ellos, el libro infantil. Durante los últimos años de su vida se centró sobre todo en temas relacionados con la didáctica, la psicología y la pedagogía, apostando por una educación en el diseño que comenzara en las guarderías.
Ante tal mentalidad resulta lógico que Rodari y Munari colaboraran.
Como curiosidad su colección de Pre Libri, tuvo dificultad a la hora de pasar las fronteras italianas, ya que los grandes lumbreras de los señores de las aduanas (con los que tengo una ligera relación, debido a mi trabajo) no sabían como clasificar esos objetos, si como juguetes o libros. De hecho lo hicieron como juguetes encareciendo el producto y haciendo más difícil su venta. “No son libros, declaró un día un jefe de aduanas, porque no hay nada para leer”.

El tiempo sigue pasando y en mi Historias por teléfono, edición Italiana, me siento tranquilo y con el sosiego, del que tiene un pequeño tesoro, Rodari-Munari.

En mi última visita a la Fundación Miró, visité la interesante exposición: Fin de partida: Duchamp, el ajedrez y las vanguardias.
Una exposición que nos:presenta un análisis de las vanguardias del siglo XX hasta la eclosión del arte conceptual desde la perspectiva de lo que parece una anécdota sin importancia: el juego del ajedrez”.
Si antes hablaba sobre la acción-reacción, de Rodari, ahora quiero dejar esta poesía de Jorge Luis Borges, resaltando las últimas líneas, que se podían leer y escuchar en esta exposición:

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?



Siempre podemos encontrar conexiones, palabras que escriben unas manos misteriosas que luego colocan el libro en el sitio adecuado en el momento oportuno, llamando la atención a tu mirada, que inmediatamente atrapa tu propia mano.
En el último libro que he leído. El Circ dels Saltimbanquis, de Lluis Raluy Tomás, seguimos encontrando eslabones, seguimos encontrando la sombra de esa china que calló al estanque de Rodari.
“Jaume Arisart Pons, acróbata al cuadrado, presentaba su número a más de 20 metros de altura, sin red ni plancha de seguridad. Jaume Arisart Pons, en el mundo del circo fue conocido también por haber derrotado a grandes campeones del ajedrez”[2].


Y este libro también me dirige los pasos al: “circ Forns, que fue fundado por el padre de Li-Chang, el chino Badalonés, uno de los más grandes ilusionistas a gran escala que ha tenido España y que recientemente se ha escrito una magistral biografía” 2. Esa magistral biografía me espera ansiosa en el estante y le pido disculpas a su biógrafo Jordi Jané por tan larga espera.




Al finalizar la exposición sobre el ajedrez y Duchamp, con un movimiento rápido y seco, en diagonal, que algunos reconocerían como el ataque de un peón, me dirigió a la librería de la fundación y compré el catálogo que con seguridad esconde otras pequeñas ventanas a mundos fascinantes y como siempre me deje perder sin rumbo fijo por los libros. Esta vez fue mi mujer quien, con una sonrisa malévola me mostró mi última adquisición o capricho.


El ilusionista amarillo. ¿Autor? Bruno Munari. Libro infantil o no, que todo aficionado a la magia o no, debería tener. Forma parte de una colección, “una serie de 10 libros para niños que Munari diseñó alrededor del año 1945 y que se basan en ese concepto del libro como contenedor de sorpresas. Libros que fueron clasificados en su día como libros-juego o libros animados, en los que el tamaño de las páginas, las solapas y troqueles, junto con las imágenes de colores vivos, hacían avanzar la historia como por arte de magia”. De Munaris, libros y promesas.

Un libro comprado a ciegas, ya que estaba precintado. Comprado por su título y por su autor. El ilusionista amarillo, bien podría haber sido una presentación de un espectáculo del anteriormente mencionado Li-Chang.


Un libro que en la primera página despierta una sonrisa y te prepara para la magia: “Señoras y señores, miren atentamente estas cuatro bolitas, una azul, una roja, una negra y una verde. Voy a girar la mano y las bolitas desaparecerán. Atención, uno.. dos… y…”
Pasas la página y… chassss…. La magia se hizo.
Os invito a ver este video.



Y con este libro pongo un punto y coma. Gracias a Gustavo Otero he llegado a conocer este libro, aunque probablemente esa “china tirada al estanque” de Gianni Rodari, comenzó mucho tiempo atrás, lanzada por la mano del ajedrecista de Borges.

En esta tela liviana, frágil y deshilachada que es mi vida, quedan muchas hebras sueltas por intentar recorrer. Por el camino de estas líneas quedan pendiente entre otros el Circo de Calder, la biografía de Li-Chang o la de Houdini, las líneas de la palma de tu mano… la próxima comida con los amigos después de disfrutar del Festival Li-Chang, el paseo tranquilo con mi cómplice y paciente presente por la rambla de Poble Nou, disfrutando de una horchata y su granizado de limón…

Te invito a que compartas tus encadenadas casualidades, y espero que en alguna de ellas nos encontremos.



[1] Gianni Rodari. Gramática de la fantasía.

[2] Lluis Raluy Tomás. El Circ dels Saltimbanquis.

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