Todos
tenemos un planeta Marte en nuestra cabeza. Al menos yo lo tuve o pensé que lo
tenía. Si alguien ha hecho este viaje, no le sorprenderá en gran medida el
final de esta divertida obra de teatro que podemos disfrutar en la Sala Versus Glòries,
este mes hasta el 28 de julio.
Este
viaje tiene un componente adicional, que lo hace un poco diferente, como es la
intención de colonizar Marte, sin billete de retorno. Aunque este proyecto
existe realmente e incluso tenemos a un catalán seleccionado, los conflictos
generados no se distancian de cualquier problema existencial terrícola.
Todo
cambio, aunque aparentemente sea una decisión personal, siempre tiene un radio
de acción o daños colaterales más amplios de lo imaginado.
Para
algunos una huida, para otros la búsqueda de la felicidad o la huida de la
infelicidad.
Nuestro personaje busca un mundo
nuevo, donde pueda ser el primero y el protagonista, el referente de nuevas
generaciones. Cansado de su mediocridad terrenal dejará todo atrás sin
importarle las consecuencias.
Desde el momento en que dejamos
de ser nómadas, ese inútil y continuo cambio a un mundo mejor no nos convierte
en personas muy diferentes cuando estamos en el nuevo y deseado paraíso. Evidentemente
tenemos casos de los emigrantes que marchan por no tener lo mínimo para vivir
con dignidad y proyectan sus ilusiones en un nuevo terreno que les tratará con crueldad.
Otros a pesar de tener sus
necesidades cubiertas, consideran que en ese nuevo lugar, podrán ser un nuevo
yo, diferente, pero sin perder la esencia del anterior. Podrán formatear y
empezar de nuevo.
Seguramente que el cambio de hábitat
les supondrá un esfuerzo por reaprender unas nuevas normas y con un poco de
suerte, podrán disfrutar de un alter ego, que a la larga volverá a tener sus
mismos miedos, mismas insatisfacciones y nuevamente pretenderá buscar otro
lugar donde realizarse.
Y es que un nuevo lugar no cambia
la esencia de las personas.
Como dice Pablo d’Ors en Biografía del silencio, “en mi vida hay todavía demasiadas
búsquedas, lo que significa que aún hay también demasiada poca aceptación.
Porque mucho me temo que cuando buscamos es que solemos rechazar lo que tenemos.
Ahora bien, toda búsqueda auténtica acaba por remitirnos adonde estábamos. El dedo
que señala termina por darse la vuelta y apuntarnos”.
No tengo la suficiente capacidad
crítica para analizar el trabajo de los actores, aunque me resultó lo
suficientemente correcta como para adentrarnos en la historia y hacerla creible.
Un Sala Versus Glòries, pequeña y
amable. Con butacas muy cómodas y una perfecta visualización. Un precio
sorprendentemente bajo para como está el precio cultural en Barcelona, 10
euros.
Les deseo lo mejor a todo el
elenco artístico, así como a los gestores del teatro que recientemente tuvieron
la valentía de programar sesiones de magia de cerca.
Recomiendo la obra de teatro y
animo a que sigan la programación de esta Sala.
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